14 julio, 2007

La batalla del sur de Chile

Revista Qué Pasa
NEWSLETTER | Edición sábado 14 de julio de 2007

 

Crece el nivel de tensión al que ha llegado el conflicto entre ONG nacionales y extranjeras y los productores de salmón de las regiones X y XI. Una disputa cuyos capítulos más hostiles se han producido en los últimos años, pero que escalará en los próximos meses por la creciente presión de los ecologistas, que, entre otros puntos, reclaman por la polución de las aguas y piden que las empresas retiren los cultivos de los lagos. Los salmoneros aseguran que han mejorado sus estándares ambientales y que no existe ningún estudio científico que defina cuánto contamina la industria. Mientras, dos de las mayores firmas se aprestan a salir a Bolsa.

Por  Paula Comandari y Claudia Giner
 

Douglas Tompkins, el històrico detractor de las salmoneras en el sur de Chile.

En enero de 2006, en un restaurante de Puerto Montt, se reunieron a conversar representantes de la industria salmonera, autoridades de la zona y el dueño del Parque Pumalín, Douglas Tompkins. En medio de la comida, José Ramón Gutiérrez, presidente de Multiexport -una de las firmas más grandes del sector-, le preguntó al ecologista cómo podían convivir en la zona salmonicultores y ambientalistas. "No hay posibilidad de convivir. Mi batalla es para que ustedes no existan", respondió, tajante, Tompkins.

Aunque es un caso más bien extremo, refleja de todos modos el nivel de tensión al que ha llegado la "batalla" entre las ONG ambientalistas y los productores de salmón de las regiones Décima y Undécima. Una disputa cuyos capítulos más hostiles se han producido en los últimos años, pero que escalará en los próximos meses no sólo por la creciente presión de los ecologistas, que, entre otros puntos, reclaman por la contaminación de las aguas y piden que las empresas retiren los cultivos de los lagos. A ello se suman los intentos de ciertos sectores políticos por aplicarles un royalty y la ofensiva de organismos ambientales internacionales.

"El debate ha tenido más resonancia en los últimos tres años porque en el país se han instalado temas que han generado mucho ruido, como los casos de Celco y Pascua Lama y la llegada de empresas hidroeléctricas. Entonces, los ambientalistas encuentran un terreno fértil para hacer sus planteamientos", dice Víctor Hugo Puchi, presidente de AquaChile, la tercera firma a nivel mundial y que prepara su salida a Bolsa para fin de año.

Aunque los salmoneros están orgullosos de los estándares tecnológicos que ha logrado la industria -"un salmón faenado hoy, puede estar mañana en un restaurante en Nueva York", dice uno de ellos-, saben que ese éxito ha despertado el apetito de políticos y ambientalistas. El año pasado el sector exportó US$ 2.200 millones -más del doble, por ejemplo, que las vitivinícolas-, y pretende desplazar a Noruega como la primera potencia mundial en el rubro. Ese éxito los ha puesto en la mira de los ecologistas, quienes siguen cada paso que da la industria, como la apertura en Bolsa, la próxima semana, de Multiexport Foods, la sexta salmonera a nivel mundial.

En la apuesta pública y privada por convertir a Chile en una potencia alimentaria, la salmonicultura es una pieza clave. Pero para lograrlo y alcanzar su meta de duplicar la producción de aquí a 2010, los empresarios tendrán que sortear el que hoy aparece como uno de sus flancos más expuestos: la agenda ambiental.

Quién es quién

En esta batalla, las fuerzas no operan igualmente coordinadas. Los empresarios están aglutinados bajo el paraguas de SalmonChile. Además, comparten varias características, como haber emergido en  los '80. Algunos de ellos echan de menos la presencia de "un Matte de la salmonicultura; es decir una persona que en el caso de la industria forestal ha logrado alianzas con opositores como Douglas Tompkins", dice el consultor ambiental Leonel Sierralta, que trabaja con firmas del sector.

Los ecologistas, en cambio, operan disgregados y con objetivos y estrategias muy distintas, desde los más radicales hasta los sectores moderados. Tompkins está entre los primeros. Financista de varias ONG, lleva décadas oponiéndose  a los salmoneros. El 2005 la llamó públicamente una "industria sucia". En el sector comentan con suspicacia que parte de la molestia se debe a que los centros de cultivo están instalados frente a sus tierras, en los fiordos de Reñihué. Incluso, aseveran las mismas fuentes, hizo tapiar una de sus ventanas, desde la cual se apreciaban, a los lejos, las instalaciones. Aunque su atención hoy está en las centrales hidroeléctricas de Aysén, en el futuro planea editar un libro crítico sobre el sector, al estilo del que publicó en contra de las forestales.

En el largo intercambio de opiniones entre salmonicultores y empresarios, la última ofensiva provino de la World Wildlife Fund (WWF), considerada "la más sensata y dialogante entre las ONGs", según Sierralta. En junio pasado la WWF emitió un informe sobre uno de los aspectos más sensibles del debate: la situación de la salmonicultura en los lagos del sur. ¿Su conclusión? Existe un desfase entre una industria que se transformó en una de las primeras a nivel mundial y sus deficientes estándares laborales, sociales y sanitarios.

En concreto, reclaman por la degradación del fondo marino que se sitúa bajo las jaulas de cultivo -debido a los desechos de los salmones y la alimentación no consumida-, el escape masivo de ejemplares -que afecta a otras especies ya que el salmón es un depredador-, la transmisión de enfermedades y el uso masivo de antibióticos que podrían hacen inmunes a otros peces.

Entre los industriales no desconocen que los cultivos tienen ciertos efectos negativos en las aguas, pero destacan los esfuerzos que han hecho, por ejemplo, para introducir nuevas tecnologías para hacer más eficiente la alimentación, reemplazando así la manualidad de antaño por sistemas computacionales.

La gran objeción de los productores es que "todavía no está definido científicamente cuánto contamina la industria", dice César Barros, presidente de SalmonChile, y agrega que "es imposible que las aguas tengan tan mala calidad como denuncian los ambientalistas, porque si fuera así no podríamos usarlas para nuestro negocio ni llegar a mercados tan exigentes como el norteamericano".

Los ecologistas no piensan igual. La  WWF pidió que las salmoneras retiren sus centros de cultivos de los lagos e instalen piscinas de recirculación en tierra para no seguir contaminando el fondo marino. En SalmonChile reconocen que se están moviendo en esa dirección, pero dicen que el proceso tiene un costo demasiado alto para llevarlo a cabo en el corto plazo.

La salmonera noruega Marine Harvest -la mayor a nivel mundial- fue la primera en anunciar, recientemente, que dejará de producir en los lagos chilenos en el mediano plazo. El gerente de la división aguas dulces de esa empresa, Óscar Garay, destaca la decisión como parte de su política ambiental y su objetivo de adoptar tecnologías más eficientes.

Pero no todas las ONG celebran el traslado. Mientras Francisco Pinto, de Fundación Terram, lo destaca como un paso relevante, el director de Ecocéanos, Juan Carlos Cárdenas, afirma que la empresa se allanó a hacerlo "por una razón económica, porque la mortalidad de sus peces es hoy de 48% por la degradación de sus lagos". Se vende como una cosa propagandística ambiental, pero es una batalla económica".

No es la única crítica de Cárdenas, considerado entre los empresarios como una de las figuras más confrontacionales del mundo ambiental. "La industria se enfrenta a una crisis de crecimiento. Para producir un kilo de harina de pescado, que es lo que más consume un salmón, se requieren alrededor de cinco kilos de jurel o anchoveta", dice Cárdenas.

En la industria apuestan por ir cambiando la alimentación desde las especies marinas a las vegetales. "Mientras en 2000 la industria consumía un 44% de harina de pescado, actualmente es el 20%", dice Arturo Clement, gerente general de Multiexport.

Entre los ecologistas eso lo atribuyen, más que a un esfuerzo ambiental, al alza en el precio de la harina de pescado.

Políticas laborales

Pocas industrias han tenido un impacto económico tan grande en un área determinada como el que ha generado la salmonicultura en las regiones X y XI. Hoy la actividad da 50 mil empleos directos e indirectos, tiene las tasas de cesantía más bajas del país y produce un negocio en el que participan 1.200 proveedores.

"Entre enero y abril pasado, se cerraron 14 centros de producción debido al tsunami de Aysén, y pude percibir la angustia de las familias que quedaron sin trabajo. La paralización de la industria produciría un efecto económico y social enorme", dice el senador de la XI Región Antonio Horvath.

Los sectores más duros del ambientalismo cuestionan las condiciones laborales de la salmonicultura. Las acusaciones incluso se tradujeron en un video que el ecologista Marcel Claude hizo circular hace algunos años en el extranjero donde denunciaba los supuestos abusos a los que eran sometidos los trabajadores.

Hoy, sin embargo, los cuestionamientos apuntan a las remuneraciones y jornadas. "La mayor parte de los trabajadores de la industria tiene un sueldo base de $ 70 mil y sólo llega al sueldo mínimo con bonificación y jornadas que pueden llegar a las 14 horas diarias", afirma Cárdenas.

Puchi refuta esa versión y dice que en las plantas de AquaChile un trabajador percibe, en promedio, entre $ 380 mil y $ 400 mil bruto al mes. En Multiexport, en tanto, el sueldo promedio para los trabajadores de las plantas de proceso es de poco más de $ 500 mil bruto. "Nosotros hemos hecho un esfuerzo por desarrollar una relación de sindicalización, que hoy llega a más del 50% de los trabajadores", afirma Clement.

César Barros agrega que la mejor prueba de las condiciones laborales es la opinión de la población de la zona. Cita una encuesta de la Universidad de los Lagos que indica que el 76% de los habitantes considera que la capacidad de entregar trabajos dignos es la principal característica del sector.

Parte de la imagen negativa de la industria se debe, según el analista ambiental Carlos Martínez, a la falta de trabajo en ese campo. "La acuicultura sufre de una débil percepción pública porque el chileno medio no tiene ningún contacto directo con la industria y sus actividades. No es así en la región donde se produce, cuyo impacto es evidente. Pero ante películas o campañas, una buena imagen vale más que mil palabras. Creo que ese punto se ha descuidado por parte de la industria".

El royalty de Escalona

Las ondas expansivas del debate han llegado a la clase política. Camilo Escalona, senador PS por la Décima Región, es quien más ha abogado por la aplicación de un royalty a las salmoneras bajo el argumento de que las empresas sólo pagan $ 75 mil anuales por hectárea marina y usan un recurso de todos los chilenos, como es el agua. "En todas partes se paga una patente por el uso, sea del suelo o de las aguas", dijo el parlamentario.

En SalmonChile consideran discriminatoria la sola idea de gravarlos con un impuesto especial. Señalan que el agua, a diferencia de lo que sucede en la minería, es un recurso renovable.

Tampoco hay consenso entre los ambientalistas: Fernando Dougnac, de la Fiscalía del Medio Ambiente (FIMA), califica el royalty como una "aplicación capitalista inventada por socialistas, inviable porque tendría que darse en todas las industrias. No podrían hacer avances sin tener que pagar".

En todo caso, cercanos a Escalona señalan que la iniciativa es inviable, porque los cambios tributarios son facultad exclusiva del Ejecutivo. "Lo que quiere el senador es instalar el tema en la agenda", dice esa fuente.

Presión desde el extranjero

Como muchas batallas ambientales, uno de los principales combates se libra en el exterior, sobre todo en los grandes mercados consumidores, como Estados Unidos. Una de las principales ONGs  fiscalizadoras en este campo es la National Environmental Trust (NET), responsable de la campaña internacional Pure Salmon. Según ha investigado Carlos Martínez, detrás de NET y de su campaña están varias de las mayores fundaciones americanas: Rockefeller, la Packard Bell Foundation y Pew Charitable (que en Chile, además, financia a la ONG Oceana).

A ojos del senador Horvath, "nuestro país es una industria muy competitiva, y muchas de estas campañas son auspiciadas por los propios competidores de la acuicultura de otros países".

Aunque son críticos de la industria local en muchos aspectos, Pure Salmon y WWF han tendido puentes con las empresas, como el Salmon Dialogue, una instancia que reúne a productores y ONGs una vez al año para analizar la situación de la salmonicultura. A fin de año, y como resultado de esos encuentros, se publicará un estudio internacional sobre la acuicultura.

Andrea Kavanagh, directora de Pure Salmon, considera que "de todos los productores de salmón del mundo, Chile es el que tiene que hacer mayores mejoras. Está muy por detrás de Noruega y Canadá". A su juicio, el problema de los desechos de los salmones, si bien existe en todas partes, en el país es más grave.

Como lo señala en su columna, Kavanagh también cuestiona la institucionalidad local y la falta de información. "Hace un tiempo le pedimos datos al gobierno de Escocia sobre un parásito que afecta a los salmones. Nos enviaron cientos de informes que tardamos un año en procesar. Le pedimos lo mismo a Sernapesca, en Chile: se demoraron en respondernos y apenas nos enviaron dos carillas", señala.

Víctor Hugo Puchi coincide en que hay escasez de recursos y funcionarios en Sernapesca, aunque la norma, señala, existe.

La ecologista estadounidense cree que si Chile no avanza en elevar sus estándares, perderá terreno en el cada vez más exigente mercado internacional. "Muchos productores están preocupados de decirles a los consumidores que sus salmones se crían sin dañar el medio ambiente, e incluso muchos ya apuestan por la crianza orgánica".

Detrás de este problema, a juicio de los salmoneros, hay una falta de apoyo para la construcción de una imagen país. "Hemos hecho encuestas entre los consumidores de Estados Unidos, y pese a que el 80% del salmón que consumen es chileno, el público norteamericano lo asocia a Noruega o Canadá", asegura Óscar Garay, de Marine Harvest.

César Barros coincide en que Chile no ha logrado desarrollar una buena imagen país, en general, lo que perjudica a la industria del salmón y hace más difícil el objetivo de convertir a Chile en una potencia alimentaria para el 2010.

No hay comentarios.: